La energía sostenible y el valor de la eficiencia

19 enero, 2022

La Tierra se encuentra en un momento crucial. En plena emergencia climática nos encaminamos hacia un nuevo modelo energético que garantice la sostenibilidad del planeta. Y en este escenario han aparecido, en los últimos años, muchos términos como el de energía sostenible. Pero, ¿qué significa realmente?, ¿qué tipos de energía engloba? 

Si nos ceñimos a su definición, por energía sostenible se entiende aquella que se puede utilizar para cubrir la demanda de la sociedad actual sin que ello condicione las necesidades energéticas de las generaciones futuras. 

Dos características sobresalen en este tipo de energía. Una es que se repone de manera natural y su uso no hace que se agote, si bien puede reducirse de forma mínima su capacidad. La segunda tiene que ver con la contaminación que genera, ya que hablamos de un impacto ambiental insignificante.

Dentro de las energías sostenibles cabe destacar las energías renovables. Ambos conceptos se utilizan en ocasiones de forma indistinta y, sin embargo, no son sinónimos. Es cierto que las renovables son sostenibles, pero las sostenibles engloban otras energías alternativas que no siempre son renovables.  

energía sostenible

Las principales energías renovables 

Las energías renovables son un pilar esencial que permitirá garantizar un suministro sostenible en las próximas décadas. Se obtienen de fuentes naturales inagotables, a la vez que son un recurso limpio cuyo impacto contaminante es nulo o muy bajo. 

Las energías renovables son un pilar esencial que permitirá garantizar un suministro sostenible en las próximas décadas.

El potencial de las renovables es innegable y en los últimos años se han dado grandes pasos -además de su desarrollo tecnológico- para aprovechar mejor todo su potencial.

Hay diferentes tipos en función de los recursos naturales que se emplean para lograr estas energías. Estas son algunas de ellas:  

    • Energía solar: utiliza la radiación solar mediante paneles para producir tanto electricidad (energía fotovoltaica) como calor (energía térmica).
    • Energía eólica: es la que se obtiene a través de molinos de viento, que transforman en electricidad la energía cinética que está en las masas de aire. 
    • Energía hidroeléctrica: es la que recurre al agua para generar electricidad. Se produce tanto en los saltos de agua en los ríos, como a partir del agua almacenada en los pantanos, así como del agua de mar gracias al movimiento de las olas y de las corrientes marinas. 
    • Energía geotérmica: es la que aprovecha el calor propio de la Tierra que está bajo la superficie. Su transformación sirve para producir energía eléctrica y térmica.
    • Biomasa: se emplea la materia orgánica de origen vegetal y animal para generar calor y, en ocasiones, también electricidad. 
    • Biogás: este gas se genera de la biodegradación de la materia orgánica en ausencia de oxígeno y puede ser utilizado para generar electricidad o alimentar sistemas de calefacción, entre otras aplicaciones. Su uso es clave para potenciar la economía circular. A partir del biogás se genera el biometano, que posee aplicaciones en sectores como la movilidad y que también puede inyectarse en la red gasista. 
    • Hidrógeno verde: es otro gas renovable imprescindible en la transición energética. Es plenamente sostenible cuando se produce a partir del agua a través de un proceso en el que se separa del oxígeno. Entre los usos del hidrógeno, destaca su función en sectores de difícil electrificación como la industria intensiva o el transporte pesado.

Año a año estas fuentes de energía cubren un porcentaje cada vez mayor de la demanda. En el caso de España fue de un 21,4% en 2020, con un incremento de más de 3 puntos respecto a 2019. De esta forma, superó la barrera del 20 %, que era el objetivo recogido en la normativa europea.  

La importancia de la eficiencia energética

Todos estos avances que se están dando en la generación de energías limpias han de ir acompañados también de mejoras en el ámbito de la eficiencia energética. Es decir, que para la obtención de los mismos bienes o servicios —o bien en diferentes procesos industriales—, se emplee la menor cantidad de energía posible. De poco serviría en esta ruta sostenible recurrir a alternativas más limpias si se malgastan los recursos en lugar de optimizarlos.