Dos términos definen el futuro de nuestro modelo productivo: digitalización y sostenibilidad. Y ambos términos están más relacionados de lo que puede parecer.
Un proceso global y en plena eclosión como la digitalización debe ser sostenible; es decir, su despliegue y desarrollo no ha de comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. A esto nos referimos cuando hablamos de sostenibilidad.
Como ocurre con otros sectores o áreas de conocimiento, la transformación digital se debe abordar de una forma respetuosa con el medioambiente. Esto es algo relativamente nuevo, ya que durante mucho tiempo se ha puesto el acento en la propia digitalización, olvidando de algún modo sus implicaciones a distintos niveles; también en el ámbito de la ecología, al menos por parte del gran público.
Así, hasta hace bien poco, cuando hablábamos de conceptos como el cloud, donde el almacenamiento de información se realiza en un lugar difuso o incluso desconocido por el usuario, no era frecuente reparar en los costes o el impacto ambiental que originaban.
En cambio, sí es más simple comprenderlos cuando almacenamos la información en un dispositivo de nuestra propiedad: aunque no lo analicemos de forma pormenorizada, es fácil entender que conlleva un coste energético, unos materiales empleados para su ensamblado, un desembolso para su adquisición y mantenimiento, etc. En definitiva, es sencillo entender su huella ecológica.
Ese coste medioambiental puede llegar a ser alarmante a medida que este tipo de servicios son utilizados por una mayor cantidad de personas. Y eso es, precisamente, lo que trata de evitar la sostenibilidad digital. Ahora la digitalización y la sostenibilidad van de la mano, son “gemelas”.
La inteligencia artificial, la computación en la nube y el internet de las cosas permitirán alcanzar la velocidad y escala necesarias para lograr los objetivos de descarbonización de la UE
La Comisión Europea define la twin transition (transición gemela) como el aprovechamiento del potencial de la transformación digital como un factor clave para alcanzar los objetivos del Pacto Verde Europeo. Es decir, no sólo es necesario impulsar una transformación digital que sea sostenible, sino que la propia digitalización es clave para alcanzar la sostenibilidad.
También el paquete Fit for 55, que insta a reducir las emisiones de carbono en un 55 % para 2030, considera que la inteligencia artificial, la computación en la nube y el internet de las cosas permitirán alcanzar la velocidad y escala necesarias para lograr los objetivos de descarbonización de la UE.
Asimismo, la nueva Estrategia Industrial para Europa subraya que la transición gemela, ecológica y digital afectará a cada parte de nuestra economía, sociedad e industria; y pone de relieve el papel destacado del sector energético.
El papel de las organizaciones twin transformers
Como todo cambio de calado, este no se puede producir sin la participación del conjunto de la sociedad. En este sentido, las organizaciones tienen un papel destacado para impulsar la transformación digital sostenible.
Según Accenture, las funciones de las organizaciones twin transformers son, entre otras, la búsqueda de modelos de negocio basados en la sostenibilidad e impulsados por la tecnología; el fomento del sentimiento de responsabilidad en toda la organización -con KPIs que van más allá de los resultados financieros como por ejemplo, la reducción de emisiones o los recursos obtenidos a través de fuentes sostenibles-. Y también, la alineación con sus partners para lograr ciclos de vida sostenibles y mejorar la trazabilidad.
El sector energético está plenamente digitalizado y utiliza los avances tecnológicos para reforzar el servicio a la sociedad y garantizar la sostenibilidad
La sostenibilidad impulsada por la tecnología no solo impacta positivamente en la sociedad y el entorno, sino que también es un buen indicador para la mejora de las relaciones con stakeholders, para la fidelización de clientes, para conseguir nuevas oportunidades de negocio, para la mejora competitiva, el compliance normativo y para el fomento de la innovación.
El sector energético es un buen ejemplo de ello: un sector plenamente digitalizado que utiliza los avances tecnológicos para reforzar el servicio a la sociedad y garantizar la sostenibilidad.