El desarrollo económico en China ha supuesto un reto para el sector energético, que los dirigentes afrontan con entereza, en términos de seguridad de suministro, contaminación ambiental y emisión de gases de efecto invernadero.
China ha otorgado prioridad a la investigación y al desarrollo en hidrógeno y áreas de celdas de combustible, como una de las contramedidas efectivas para abordar estos desafíos.
El gobierno chino ve en el hidrógeno una oportunidad para cumplir con los objetivos climáticos y de contaminación sin la necesidad de aumentar la dependencia de los combustibles importados.
Además, considera que el hidrógeno abre una nueva vía para desarrollar productos manufacturados de tecnología limpia que posteriormente podrá exportar a otros países. Sus previsiones oficiales contemplan que el hidrógeno representará el 10% de su sistema energético para 2050.
A día de hoy, China es ya el mayor productor de hidrógeno del mundo, con más de 20 millones de toneladas generadas cada año, lo que representa aproximadamente un tercio de los volúmenes de producción mundiales. Si realizamos una comparativa, la producción de hidrógeno de China es aproximadamente tres veces mayor que el de toda Europa (alrededor de 7 millones de toneladas anuales).
No resulta sorprendente que China sea el líder mundial en hidrógeno, teniendo en cuenta su capacidad productiva y su densidad de población. Pero sí resulta interesante entrar a valorar sus avances para hacer del hidrógeno un componente clave en su combinación energética, porque es el principal consumidor de energía de Asia y busca, entre otras cosas, limpiar sus cielos.
El gobierno chino ve en el hidrógeno una oportunidad para cumplir con los objetivos climáticos y de contaminación sin la necesidad de aumentar la dependencia de los combustibles importados.
Especialmente, sus esfuerzos están orientados al desarrollo de soluciones para el transporte. Los automóviles con celdas de combustible de hidrógeno consumen hidrógeno en forma de gas comprimido y utilizan un proceso de combustión limpia que produce vapor de agua como subproducto principal.
En el año 2014, el presidente Xi Jinping pidió «cuatro revoluciones» para la energía. Desde entonces, el país se ha enfocado en el desarrollo de un sistema energético limpio, bajo en carbono, seguro y eficiente.
En 2015, el gobierno publicó la iniciativa ‘Made in China 2025’. Se trataba de un plan a diez años para impulsar y reestructurar su industria, para pasar de una era de cantidad a una nueva era de calidad y eficiencia en la producción. En ese plan se incluía el hidrógeno como tecnología clave para su implantación en el mercado de vehículos.
Con este plan, China aspira a convertirse en el líder en este ámbito a escala internacional, por delante de potencias como Alemania, Estados Unidos o Japón.
El pasado mes de mayo, China actualizó esta estrategia política. Una de las grandes modificaciones fue el inicio de una política de subsidios para los vehículos que utilicen nuevas energías. A finales de este año, el subsidio del coche eléctrico se reducirá, y se trasladará a vehículos con celdas de combustible de hidrógeno.
Así, el dinero que ahorra el gobierno al financiar vehículos eléctricos irá destinado al desarrollo de la infraestructura y servicios de carga de hidrógeno, considerados los cuellos de botella para el progreso de la industria.
Un libro blanco emitido por el gobierno de este país a fines del año pasado, muestra el empeño de este Ejecutivo para que el hidrógeno hecho en casa represente el 10% de sus necesidades energéticas para 2050, con foco en el transporte y los usos industriales.
Teniendo en cuenta la historia reciente del gigante asiático, es más que probable que se alcancen estos ambiciosos objetivos.