El uso generalizado de la criptomoneda requiere un consumo energético anual equivalente al que realiza un pequeño país como Suecia o Malasia.
Un bitcoin es una moneda virtual, un medio de intercambio electrónico que se puede utilizar para comprar productos y servicios como otra moneda cualquiera. Dinero sin representación física (sin monedas ni billetes).
Se trata de una moneda descentralizada, que no está regulada por una autoridad o ente de control responsable de su emisión y del registro de sus movimientos, como por ejemplo podría ser el Gobierno de un país. Una nueva forma de comprar y vender, en la que no hay billetes ni monedas, sino transacciones electrónicas.
Entender el mundo de las criptomonedas requiere cierto esfuerzo, pero básicamente debemos manejar cuatro conceptos:
El bitcoin ha irrumpido con fuerza en el sector financiero. Y al tratarse de una novedad en un sector tan sensible, ha generado sensaciones encontradas.
Entre los detractores, aquellos que critican el alto coste energético que requiere el almacenamiento de la información en enormes “granjas de servidores”, y la ejecución de miles de transacciones por segundo.
El Bitcoin Electricity Consumption Index, publicado recientemente por la Universidad de Cambridge, asegura que el bitcoin consume aproximadamente 143 teravatios por hora (TWh) de electricidad. El equivalente al consumo anual de energía de países pequeños como Malasia o Suecia.
Según este dato, si el bitcoin fuera un país, sería la 27ª nación con mayor demanda energética del planeta. Pero el consumo energético no es bueno ni malo, por sí mismo, desde una perspectiva de impacto climático.
Si el bitcoin fuera un país, sería la 27ª nación con mayor demanda energética del planeta
Hay que marcar una clara distinción entre la cantidad de energía que consume un sistema y la cantidad de carbono que emite. Son muchas las organizaciones que están tratando de definir la composición de diferentes fuentes de energía utilizadas por los ordenadores mineros Bitcoin para calcular, a partir de ahí, las emisiones de carbono asociadas.
Como base para realizar estos análisis, la Comisión de Control de las Entidades financieras, CCAF, ha creado el Mapa de minería de Bitcoin. Este mapa traza la geolocalización de los servidores y lugares donde se realizan las operaciones.
En diciembre de 2019, un informe afirmaba que el 73% del consumo energético de Bitcoin era neutro en carbono, en gran medida debido a la abundancia de energía hidroeléctrica en los principales centros mineros (centros donde se realizan las operaciones bitcoin), como el suroeste de China y Escandinavia. Pero la CCAF estimó en septiembre de 2020 que la cifra se acerca al 39%. Los datos, por lo tanto, varían demasiado.
Hay que marcar una clara distinción entre la cantidad de energía que consume un sistema y la cantidad de carbono que emite
Los defensores del bitcoin nos recuerdan que esta moneda virtual no tiene la necesidad de utilizar energía que se genera cerca de sus usuarios finales, por lo que permite a los mineros (operadores), utilizar otras fuentes de energía. Al generarse lejos de centros poblacionales, o en espacios físicos que dificultan su traslado, la energía que se consume no podría aprovecharse de otra manera.
A modo de conclusión, sí que podemos saber cuánta energía consume un bitcoin pero resulta más complicado determinar el impacto que tiene en el medio ambiente. Un estudio de 2018, que se citó recientemente en el New York Times, afirmaba que el bitcoin podría calentar la tierra en dos grados Celsius en menos de tres décadas.
El nivel de consumo energético que tiene la actividad Bitcoin, y el impacto que supone este consumo en el planeta merece atención. Si se generaliza el uso del bitcoin, la demanda energética será cada vez mayor. El incremento en la demanda energética deberá estar bien gestionado. En caso contrario, comprometerá los esfuerzos de las grandes economías mundiales por conseguir el objetivo de emisiones netas cero para 2050.