El bitcoin es una moneda virtual, un medio de intercambio electrónico que se puede utilizar para comprar productos y servicios como otra moneda cualquiera. Dinero sin representación física (sin monedas ni billetes). Para emitir un bitcoin es necesario realizar un proceso de validación en la red y que es conocido como minería. Como con cualquier otra tecnología, el uso de esta criptomoneda requiere un consumo energético.
Antes de continuar es necesario conocer cuatro conceptos básicos que ayudan a entender mejor el mundo del bitcoin.
En términos energéticos, hay quienes critican el alto consumo que requiere el almacenamiento de la información en enormes “granjas de servidores” así como la propia ejecución de las miles y miles de transacciones por segundo para operar con este tipo de criptomonedas.
Según la Agencia Internacional de Energía (IEA, por sus siglas en inglés), el consumo eléctrico relacionado con los centros de datos, la inteligencia artificial o las criptomonedas podría duplicarse para 2026. Particularmente, se estima que si el bitcoin fuera un país sería la 27ª nación con mayor demanda energética del planeta. Pero el consumo energético no es bueno ni malo, por sí mismo, desde una perspectiva de impacto climático.
Si el bitcoin fuera un país, sería la 27ª nación con mayor demanda energética del planeta
Hay que marcar una clara distinción entre la cantidad de energía que consume un sistema y la cantidad de carbono que emite. Son muchas las organizaciones que están tratando de definir la composición de diferentes fuentes de energía utilizadas por los ordenadores mineros Bitcoin para, a partir de ahí, medir la huella de carbono asociada.
Como base para realizar estos análisis, el Centro de Finanzas Alternativas de Cambridge (CCAF) ha creado el Mapa de minería de Bitcoin. Este mapa traza la geolocalización de los servidores y lugares donde se realizan las operaciones.
Mientras que en los últimos años se había afirmado que el 73% del consumo energético de Bitcoin era neutro en carbono, en gran medida debido a la abundancia de energía hidroeléctrica en los principales centros mineros (centros donde se realizan las operaciones bitcoin), como el suroeste de China y Escandinavia, el CCAF ha estimado que la cifra se acerca al 39%. Los datos, por lo tanto, varían demasiado.
Hay que marcar una clara distinción entre la cantidad de energía que consume un sistema y la cantidad de carbono que emite
Los defensores del bitcoin nos recuerdan que esta moneda virtual no tiene la necesidad de utilizar energía que se genera cerca de sus usuarios finales, por lo que permite a los mineros (operadores), utilizar otras fuentes de energía. Al generarse lejos de centros poblacionales, o en espacios físicos que dificultan su traslado, la energía que se consume no podría aprovecharse de otra manera.
A modo de conclusión, sí que podemos saber cuánta energía consume un bitcoin pero resulta más complicado determinar el impacto que tiene en el medio ambiente. Un estudio de 2018, que se citó recientemente en el New York Times, afirmaba que el bitcoin podría calentar la tierra en dos grados Celsius en menos de tres décadas.
El nivel de consumo energético que tiene la actividad Bitcoin, y el impacto que supone este consumo en el planeta merece atención. Si se generaliza el uso del bitcoin, la demanda energética será cada vez mayor. El incremento en la demanda energética deberá estar bien gestionado. En caso contrario, comprometerá los esfuerzos de las grandes economías mundiales por conseguir el objetivo de emisiones netas cero para 2050.