El confinamiento provocado por la COVID-19 redujo casi a la totalidad el tráfico de las ciudades. La gente se vio obligada a quedarse en casa y los servicios de transporte público se detuvieron. Al mismo tiempo, cesaron los flujos migratorios internacionales por el cierre de las fronteras.
Terminado el estado de alarma, mientras avanzamos hacia lo que algunos llaman la ‘nueva normalidad’, nos hemos dado cuenta de que ciertos planteamientos que dábamos por obvios a principios de año merecen una revisión. Nuevas iniciativas, surgidas de la necesidad imperiosa, se han convertido en útiles, válidas y deseables.
Hemos descubierto cómo es la ciudad sin tráfico, sin ruido y con un descenso relevante de los niveles de contaminación. En este contexto, los países se están esforzando por desarrollar nuevos planes para la movilidad que contribuyan a hacer de nuestras ciudades mejores lugares para vivir, y que permitan alcanzar los objetivos de descarbonización en el medio y largo plazo. Y es que según los datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el transporte supone el 28% de la demanda de energía final mundial y el 23% de las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2)
Recientemente, Boston Consulting Group realizó una encuesta a 5.000 residentes de las principales ciudades de los EE. UU., China y Europa occidental (Francia, Alemania, Italia, España y el Reino Unido) sobre sus preferencias para la movilidad después del confinamiento. Los resultados reflejan que entre el 40% y el 60% de los encuestados de las tres regiones usarán el transporte público con menos o mucha menos frecuencia, en favor de caminar, ir en bicicleta o conducir su propio automóvil. Otros modos de movilidad, como el uso compartido del automóvil, también se utilizarán con menos frecuencia, pero no experimentarán disminuciones tan pronunciadas como el transporte público, según esta encuesta.
El gas natural y los gases renovables, como el biogás o el hidrógeno verde, desempeñarán un papel importante en el gran salto tecnológico en energía que va a experimentar el mundo, al facilitar la mejora de la calidad del aire y la reducción de emisiones
En China o Estados Unidos los ciudadanos han optado por moverse en coche como fórmula para garantizar el aislamiento frente a terceros y evitar así contagios. Fuentes oficiales de la Unión Española de Entidades Aseguradoras y Reaseguradoras (UNESPA) apuntan a que en España también se prevé un incremento en el uso del transporte privado. Pero viajar en nuestro propio coche, como coraza para evitar riesgos, no es la única solución. Aunque sólo sea por el efecto medioambiental que lleva asociado, y por el impacto que tiene en el desarrollo de las ciudades, que llevaban mucho tiempo antes de la pandemia tratando de evitar la masificación de vehículos.
Bogotá o Milán han creado carriles bici y han ampliado aceras por la pandemia, iniciativa que mantendrán de manera indefinida. En Francia, el Gobierno busca convertir a la bicicleta en el principal medio de transporte urbano. En Escocia, Glasgow oferta viajes gratuitos en la red de bicicletas municipales, mientras ciudades como Berlín o Budapest han aumentado el espacio de sus carriles.
Los ejemplos son múltiples y las empresas de planificación de movilidad ven una oportunidad perfecta para un cambio. Madrid ha anunciado que durante este mes de julio creará carriles bici provisionales para dar respuesta al auge de este tipo de transporte, al tiempo que señala que la medida puede convertirse en definitiva. También el ayuntamiento de la capital ha decidido tomar medidas orientadas a evitar que los vehículos particulares inunden de nuevo las calles de la ciudad. Así, ha anunciado una ampliación provisional de 42 kilómetros de carriles bus. En otras ciudades se han producido reacciones similares. Por ejemplo, el alcalde de Bilbao ha declarado su intención de “dificultar el acceso del vehículo privado, apostamos por el peatón”.
Por parte del Ejecutivo, la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha enviado una carta a la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) en la que solicita que los ayuntamientos potencien la bicicleta como alternativa de transporte limpio y sostenible para la salida gradual de la crisis sanitaria. Propone a los municipios que favorezcan la apertura de los servicios de bicicleta compartida pública, con las garantías y cautelas necesarias para evitar contagios (utilizar guantes, desinfectar los vehículos varias veces al día, etc.).
Y mientras tanto, el transporte público se ve afectado por el temor ciudadano al contagio. La cantidad de pasajeros ha disminuido entre un 70% y 90% en las principales ciudades del mundo. Los gestores de estas infraestructuras se preocupan ahora por recuperar los niveles de uso anteriores, al tiempo que implementan estrictos protocolos de higiene y controles de salud para los pasajeros. También potencian la utilización de combustibles alternativos como gases renovables y gas natural para contribuir a reducir la contaminación urbana en su vuelta a la “nueva” normalidad.
Así, los ayuntamientos de algunas ciudades españolas se están dotando de flotas de autobuses que funcionan con energías más limpias, como es el caso del gas natural licuado (GNL), algo que promueve la iniciativa mi ciudad a todo gas, impulsada por empresas y por ciudades comprometidas con la mejora de la calidad del aire y que apuesta por el uso del gas natural y los gases renovables para una movilidad más sostenible.
En el último mes hemos conocido que:
El gas natural y los gases renovables, como el biogás o el hidrógeno verde, desempeñarán un papel importante en el gran salto tecnológico en energía que va a experimentar el mundo, al facilitar la mejora de la calidad del aire y la reducción de emisiones.
Y mientras todo esto ocurre, diversas voces señalan la movilidad internacional de las personas como una de las causas de la rápida expansión del virus. Teorías aparte, según la Organización Mundial de Turismo (OMT) de la ONU, el turismo en 2020 se va a ver reducido entre un 60- 80%, rompiendo una racha alcista que se estaba produciendo desde hace más de una década.
Aunque con determinadas restricciones, las fronteras internacionales se están abriendo. Pero la población parece más proclive ahora a realizar desplazamientos de cercanía, evitando viajes de turismo y también compromisos por trabajo que hace unos meses parecían ineludibles.