La Covid-19 ha cambiado de manera definitiva los hábitos de consumo de la sociedad española. El Estudio Anual de eCommerce en España 2020, presentado por IAB, certifica que más de 20 millones de españoles con edades comprendidas entre los 16 y 70 años, realizan compras online habitualmente.
Este incremento del comercio electrónico conlleva un aumento considerable de las entregas de última milla, es decir, aquellas que llevan el pedido hasta el cliente final.
Según un informe presentado a principios de año por McKinsey & Company, el Foro Económico Mundial y el Consejo Empresarial Mundial para la Sostenibilidad Desarrollo (WBCSD), las entregas de última milla en zonas urbanas aumentarán en más de un 30 % para 2030 en las 100 principales ciudades del mundo.
Con esta previsión, si las autoridades no actúan, las emisiones alcanzarían los 25 millones de toneladas de CO2 emitidas anualmente para 2030. Además del aumento de las emisiones de carbono, la congestión del tráfico aumentará en más del 21 %, lo que equivale a sumar 11 minutos al trayecto diario de cada pasajero.
El reparto de las mercancías que se venden a través de Internet presenta un reto logístico para las empresas y un auténtico desafío medioambiental para las autoridades, que se ven obligadas a regular las entregas de última milla dentro de las zonas urbanas.
Las ciudades tienen que encontrar el equilibrio entre el incremento de desplazamientos y mantener los niveles de calidad ambiental
En esta situación, las recomendaciones pasan, principalmente, por apostar por vehículos de reparto más ecológicos, que utilicen nuevas soluciones energéticas, 100% limpias, tales como los gases renovables –hidrógeno verde, biogás/biometano.Se trata de energías 100% limpias y mediante su uso, se contribuye tanto a la reducción de emisiones como a la economía circular, a través del aprovechamiento de residuos.
Además de los gases renovables, actualmente, la utilización de gas natural vehicular, ya sea en su modalidad GNC o GNL, permite obtener grandes ventajas medioambientales. Por un lado, reducir las emisiones de CO2 entre un 20% y un 25%, y por otro, eliminar en un 100% las emisiones de partículas más contaminantes (PM), en un 90% el óxido de nitrógeno (NOx) y el monóxido de carbono y en un 100% los óxidos de azufre (SOx). Una solución que permite avanzar ya hacia la descarbonización y la mejora de la calidad del aire.
No hay duda de que la sostenibilidad juega un papel fundamental a la hora de establecer una regulación al respecto, porque las ciudades tienen que encontrar el equilibrio entre el incremento del número de desplazamientos y la necesidad de mantener los adecuados niveles de calidad ambiental.