La entrada en vigor en 2005 del Protocolo de Kyoto estableció seis gases de efecto invernadero -dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hidroclorofluorocarbonos (HFC), perfluorocarbonos (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6)- cuya liberación en abundancia contribuye al calentamiento global del planeta.
La huella de carbono es un indicador que calcula la cantidad de dichos gases de efecto invernadero generados y emitidos a la atmósfera, expresado en masa de CO2 equivalente, por ser el gas más abundante.
El cálculo y la monitorización de las emisiones generadas por una organización, una actividad, un producto o personas, permite:
Para las compañías, por ejemplo, medir la huella de carbono es cada vez más importante. Tanto por la obligación que tienen empresas de ciertas características de presentar un reporte de información no financiera, como para mejorar la eficiencia de las operaciones y obtener un mayor ahorro, o porque puede suponer un elemento de diferenciación y una ventaja competitiva.
Conocer la huella de carbono de una actividad no es tan sencillo como medir los gases que emite dicha actividad. Existe una serie de emisiones añadidas que deben tenerse en cuenta, aunque no sean evidentes. Por ejemplo, las emisiones de un vehículo no son sólo las derivadas de la utilización de combustible; es también el coste medioambiental de la fabricación o de su transporte al punto de venta (lo que se conoce como emisiones indirectas o de alcance 3).
Las emisiones derivadas de la producción y uso de energía son un elemento importante a tener en cuenta para reducir la huella de carbono de una empresa, un país o una persona. Más en un contexto de transición energética, en el que se está avanzando hacia un sistema más sostenible en la producción, distribución y consumo de energía.
Las emisiones derivadas de la producción y uso de energía son un elemento importante a tener en cuenta para reducir la huella de carbono de una empresa, un país o una persona
La digitalización tiene mucho que aportar a la transición energética. Conlleva un consumo energético asociado —por ejemplo, los centros de datos, también conocidos como la nube, requieren grandes cantidades de electricidad para funcionar y, sobre todo, para refrigerarse—, pero al mismo tiempo supone una forma más efectiva de enfrentarnos a la crisis climática porque:
La combinación entre transformación energética y la transformación digital será una de las claves para abordar este reto de la reducción de emisiones. Es vital medir las principales fuentes de emisión, de una forma automatizada y gobernada; así como disponible para ser compartida y auditada.
Cuestiones, todas ellas, que son posibles gracias a la tecnología. El cambio climático es, hoy mismo, la mayor amenaza para el planeta. La colaboración de todas las personas y organizaciones es fundamental para reducir al máximo sus consecuencias negativas. Y medir la huella de carbono es el primer paso para compartir responsabilidades y actuar con medidas de mayor impacto.