El dióxido de carbono (CO2) es un gas incoloro e inodoro. Una de sus características más conocidas es la capacidad que tiene para absorber y emitir calor en la atmósfera. Aunque la propia naturaleza libera CO2 a través de la descomposición de la materia orgánica o fuentes como los volcanes y las aguas termales, estas emisiones se equilibran -también de manera natural- por mecanismos como la absorción de las plantas o los océanos.
Pero actividades como el transporte, la agricultura intensiva o los procesos industriales rompen el equilibrio, al emitir grandes cantidades de dióxido de carbono que permanecen en la atmósfera y contribuyen al calentamiento del planeta. Son esas emisiones las que desencadenan el aumento de temperaturas, deshielo de los polos, incremento del nivel del mar, migraciones de especies o fenómenos climáticos extremos, entre otros.
En ese contexto, la utilización de energías limpias, así como el cambio en los hábitos de consumo de la sociedad son dos pasos necesarios para disminuir las emisiones de dióxido de carbono. Para los sectores de difícil o imposible abatimiento de CO2, la captura de carbono es una solución para reducir los niveles emitidos a la atmósfera terrestre. Consiste en recoger el dióxido de carbono y, posteriormente, almacenarlo o reutilizarlo. También es posible capturarlo incluso antes de que llegue a la atmósfera, en la propia fuente de emisión, cuando es el resultado de diferentes procesos industriales, como los de una fábrica.
Para los sectores de difícil o imposible abatimiento de CO2, la captura de carbono es una solución para reducir los niveles emitidos a la atmósfera terrestre
Tras ser capturado, el dióxido de carbono puede ser almacenado de modo seguro y sostenible en un espacio geológico profundo o transformarse en una forma sólida a través de una técnica llamada carbonatación mineral. También puede ser utilizado de nuevo en diferentes procesos químicos, principalmente en la producción de combustible.
Las tecnologías de captura de carbono reciben diferentes nombres según su destino:
CCS o captura y almacenamiento de carbono son aquellas tecnologías que capturan el carbono con la finalidad de almacenarlo.
CCU o captura, almacenamiento y uso del carbono son tecnologías que consiguen que el carbono que ha sido capturado se pueda emplear en diferentes industrias.
BECCS o bioenergía con captura y almacenamiento de carbono es una técnica para capturar y almacenar el carbono, eliminándolo de la atmósfera.
Actualmente, los principales mecanismos de captura de carbono en aquellos procesos industriales que generan grandes cantidades de emisiones son los siguientes:
La captura de carbono que más se emplea ahora mismo es la de la postcombustión, ya que se puede aplicar en fábricas convencionales, mientras que tanto la oxicombustión como la precombustión implican una inversión mayor en nuevas infraestructuras.
La captura de carbono que más se emplea en la actualidad es la de la postcombustión, ya que se puede aplicar en fábricas convencionales
En 2023, el Instituto Global de Captura y Almacenamiento de Carbono (Global CCS Institute) cifró en 30 el número de instalaciones con el sistema de captura y almacenamiento de CO₂. Un dato que se incrementa hasta casi las 200 si se suman aquellas en proceso de construcción y desarrollo. Desde 2021, la cantidad de proyectos de CCS ha crecido en un 44%.
Hablamos de instalaciones como la de Orca, en Reikiavik, la capital de Islandia, que opera desde 2021 con el objetivo de capturar anualmente 4.000 toneladas métricas de CO₂ de la atmósfera.
En cualquier caso, la tecnología de captura de carbono puede retener en torno a 33,3 Mtpa CO₂ (megatoneladas de CO₂ por año). Es una cifra importante, pero que todavía contrasta con los 2.400 Mtpa CO₂ que se expulsan anualmente. Esto es, cada año se emite 70 veces más carbono del que, como máximo, se puede capturar. Del mismo modo, la Agencia Internacional de Energía (AIE) calcula que se deberían retener 8 gigatoneladas de CO₂ cada año.
En España, los resultados de la Call For Interest realizada por Enagás durante el último trimestre del año 2023 mostraron el interés del mercado por impulsar infraestructuras para el transporte y almacenamiento de CO2. De las 206 compañías que participaron en la consulta, 37 se interesaron por la captura de CO2 —se estima un interés en capturar 10,4 Mt/a—, y 53 en contar con infraestructuras para su transporte y almacenamiento.