El sector agrícola español se encuentra en un momento de transición, en busca de alternativas que aseguren sostenibilidad, competitividad y autonomía. En este contexto, el hidrógeno verde aparece como una de las piezas más prometedoras del puzle energético.
El reto, ahora, es entender qué significa este vector energético para la agricultura y cómo España se prepara para situarse a la vanguardia de esta transición.
El hidrógeno verde se obtiene cuando los electrolizadores separan el oxígeno y el hidrógeno del agua mediante un proceso llamado electrólisis. Lo que lo hace “verde” es que la electricidad que alimenta los electrolizadores proviene de fuentes renovables, como la solar o la eólica.
¿Y qué tiene que ver con el campo? Mucho más de lo que parece.
Por tanto, el hidrógeno verde es una vía para mejorar la eficiencia, la sostenibilidad, así como para dar resiliencia al campo en un contexto de transición energética.
El hidrógeno verde es una vía para mejorar la eficiencia, la sostenibilidad y dar resiliencia al campo en un contexto de transición energética
El vínculo entre hidrógeno y agricultura pasa por una molécula clave: el amoníaco. Desde hace un siglo, el proceso Haber-Bosch lo sintetiza a partir de hidrógeno y nitrógeno del aire. Ese amoníaco se convierte después en fertilizantes que garantizan la productividad agrícola. Hasta ahora, ese hidrógeno se obtenía a partir de gas natural.
Con el hidrógeno verde, al generarse mediante electrólisis con electricidad renovable, permite la producción de amoníaco y fertilizantes con emisiones muy reducidas. La sustitución del gas por hidrógeno renovable es, por tanto, una de las palancas más rápidas para descarbonizar el campo.
Recientemente, España ha visto cómo varios proyectos han dado pasos decisivos hacia la adopción del hidrógeno verde en la industria agrícola a través de la producción de fertilizantes sostenibles.
Un ejemplo en España es Puertollano, en Ciudad Real. Allí, Iberdrola y Fertiberia pusieron en marcha en 2022 la primera gran planta de hidrógeno verde vinculada a la producción de fertilizantes. El electrolizador, alimentado con energía solar, ya produce hidrógeno renovable que Fertiberia emplea en sus procesos químicos.
El resultado son los primeros fertilizantes verdes fabricados en el país, que ya se han utilizado en cultivos piloto de cebada y patata. El plan conjunto es ambicioso: escalar la capacidad de 20 MW iniciales hasta 200 MW, de manera que una parte significativa de los abonos que lleguen al campo español en la próxima década puedan proceder de hidrógeno renovable.
Otro de los polos donde se gesta esta revolución es Asturias. El proyecto GAIA busca transformar la histórica vinculación industrial de la región con los fertilizantes hacia una versión limpia.
Su objetivo es producir amoníaco renovable a gran escala para alimentar la fabricación de fertilizantes de baja huella de carbono. El proyecto ha recibido apoyo del Innovation Fund europeo, lo que confirma su relevancia estratégica para Bruselas. Una vez en marcha, se espera que pueda producir 180.000 toneladas de amoníaco verde al año, suficientes para abastecer buena parte del mercado agrícola nacional y reducir de forma notable las emisiones asociadas.
España avanza con paso firme hacia el liderazgo en la producción de fertilizantes verdes
El respaldo público hace posible el avance de estos proyectos. España ha canalizado a través del Plan de Recuperación (PRTR) y del programa PERTE ERHA cientos de millones de euros en ayudas directas a proyectos de hidrógeno. Estas son algunas de las grandes partidas:
Bruselas ha reforzado esta apuesta con nuevas líneas del Innovation Fund y del programa IPCEI, que han permitido a algunos de estos proyectos asegurar financiación.
Gracias al impulso de las energías renovables y a una eficaz colaboración entre el sector público y privado, España avanza con paso firme hacia el liderazgo en la producción de fertilizantes verdes. Esta apuesta no solo fortalece la competitividad del sector agrario, sino que también sitúa al país en una posición estratégica dentro de la transición hacia una agricultura climáticamente neutra, basada en soluciones locales con impacto global.